“Con Aguja e’ Hilo”
¿Quién
soy? ¿De donde vengo? ¿Cómo he llegado a donde estoy? ¿Cuál es la historia? Aunque en esta ocasión no
hablare tan directamente de mí, pues lo haré de alguna forma y pues no es secreto
que me encanta ser el centro de atención. Pero, empecemos…
Soy
el hijo de una costurera, soy el hermano de un amante de las motos, soy el
nieto de una mujer que plancha ropa en casas ajenas, el sobrino de un par de
desastres y de alguien que ayuda en el mundo de la medicina. Vengo, de abajo de
conocer las luchas de una mujer que ladrillo a ladrillo tuvo que construir su
casa, vengo de las vestiduras de una familia llena de mujeres luchadoras y berracas
que no se dejaron vencer en un mundo machista. Vengo de las enaguas de mi abuela,
que tuvo la valentía de correr de un pueblo a hacer una vida sola con cuatro
niños. Vengo de la berraquera de una mujer que siempre quiso estudiar medicina,
pero que las necesidades y falencias de su tiempo no se lo permitieron, de una
mujer amante de los números y loca por las telas. Llegue a donde estoy, a punta
de arroz con huevo y aguapanela, a punta de comida llena de amor. Llegue aquí
gracias a la lucha de personas que entendieron que no querían que los chiquitos
de la casa pasaran lo que quizás en algún momento les toco pasar. Venga de
donde no había un papá, pero la vida nos bendijo con tres madres.
Una
que nos daba gusto en los caprichos y antojos, esa abuela histriónica que
cuando decíamos que no queríamos algo, iba corriendo a la tienda a hacernos
algo más de comer; para que los niños no pasaran hambre, la mujer que nos atravesó
por Colombia solo porque quería pasar unas vacaciones con sus nietos. La segunda,
que nos apoyo con aquello que a veces parecía poco probable de conseguir,
aquella que nunca le falto un consejo o que tal vez siempre estuvo para darnos
un empujón y una palabra de apoyo, aquella amante de la navidad y de las
fiestas, de hacer la cena de fin de año y llenarnos de obsequios en medida de
lo posible. Y, por último, aquella que con muchos sacrificios hizo de dos niños
dos hombres de bien, aquella que nunca necesito que un idiota llegará borracho
a casa y tener que aguantarlo, para tener un plato de comida en su mesa.
Aquella mujer que dijo un día que tendría dos hijos; uno a los veinticinco y
otro antes de los treinta. Y dicho y hecho tal cual fue, quizás el ultimo se
adelanto en los planes un poco, pero ahí está.
Aquella
mujer que en algún momento trabajaba en distintas librerías y como secretaría,
pero que se canso de que su “cabezón” le llamará mamá a la señora que lo
cuidaba, aquella señora que se aburrió del hecho de irse a trabajar y dejarlo
dormido y cuando llegaba también dormía. Fue tanto así, que encontró en medio
de telas, hilos y agujas la forma de estar en casa y poder compartir con su cría.
Luego llegó el segundo y la historia ya era distinta -sí, el segundo y bebé de
mamá soy yo- dedico su vida a tomar medidas, hacer moldes, diseñar vestidos y
cortar telas, sentarse horas y horas en una maquina de coser para que las vecinas
tuvieran que ponerse, quien causo la sensación en su trabajo de grado diseñando
un traje para una muñeca.
¿Por
qué para una muñeca? Simple, en la temática de grado tenía que diseñar y hacer
un traje de novia. Donde lo luciera o no sé que tanto -hablo de lo que siempre
he escuchado- y todas sus compañeras llegaron a presentar sus trajes luciéndolos
ellas mismas, pues eran trajes de gala, de oficina y quien sabe que más. Pero
esta mujer, estaba en no sé que mes de embarazo por lo cual se le dificultaba
mucho llegar con un vestido de novia y lucir dicho vestido tal como lo quería
hacer con su gran pansa. Así que simple, resolvió. Lo hizo a escala para la
muñeca más grande que tenía su sobrina. Y henos aquí, treinta años después
sigue haciendo trajes, vestidos y mucho más. Y no sé si por hacerle honra al
acto de su grado, pero siempre que debe hacer un traje de novia, de unos
quinces o de primera comunión, hace uno exactamente igual para una barbie y es
el obsequio que le hace a la homenajeada.
Bueno,
ya con un poco de contexto paso a hacer referencia del porque la metáfora y a
que vengo con toda esta parafernalia que vengo echando hace un rato. Durante
los tantos años de vida y en que empezamos a hacernos más adultos y tener mayor
claridad en todo lo que va siendo nuestra vida, lo cual va siendo nuestros principios
e ideologías, vamos tomando posturas en el camino. Y en mi caso, todo eso que
ya mencioné, chocaba un poco en casa, era por decirlo de alguna manera la
famosa “oveja negra” aquella que iba contra todo aquello que ahí se creía, la religión,
la política, mi orientación sexual, el apoyo al aborto, a muchas causas de la
vida.
Pues,
en este caso la señora doña mamá y yo, empezamos a chocar en muchos aspectos.
En muchas cosas, en diferentes formas y causas. Y para su des fortuna tenemos el
mismo genio de porquería. A tal punto que podíamos pasar tiempo sin hablarnos
solo por no bajar la guardia y darle el gusto al otro. Porque lo chuchas viene
desde casa, si señores. Pero, cuando durante el paso de los años y en toma de
decisiones empecé a estrellarme en el mundo, cuando el mundo se caía a pedazos
y todo parecía perdido. Llegaba la señora doña mamá con su aguja e’ hilo a
armarme de nuevo, cual colcha de retazos. Tomará el tiempo que tomará, siempre
venía y me armaba de nuevo y me lanzaba al mundo.
Con aquella
aguja que siempre se le dificulta enhebrar, con el hilo exacto para que no se
notaran las costuras, con paciencia y sin dedal. Empezó a organizar cada una de
las partes, empezó a tejer sobre lo que estaba tan roto. No sé cuanto tiempo demoro,
no sé cuanto le costo y mucho menos alcanzo a imaginarme cuantas lagrimas
derramo volviéndome a coser. Armándose de valor para afrontar el mundo por mí,
en lo que volvía a tener la valentía de hacerlo por mi mismo. Se lo he dicho muchas veces y nunca serán
suficientes, pero ¡GRACIAS! Gracias por no rendirte, por adaptarte para amarme,
con mis fallas y errores. Con las contradicciones de ser quien soy y como soy.
Gracias por siempre estar lista con tu aguja y con tu hilo para armarme
nuevamente.
Gracias
a la vida, no me diste un padre, al menos no uno funcional. Pero me brindaste
la fortuna de no necesitarlo nunca. Pues tuve a mi lado tres mujeres increíblemente
maravillosas y fantásticas, tan diferentes y distintas la una de la otra. Pero tres
mujeres que fueron papá, mamá, abuela, tía, madre, protectora, medico, luchadora,
guerrera, consejera y todos los términos que sean necesarios para enaltecer la
grandeza de venir de ustedes. Que, con orgullo y gracia, siempre procuro llevar
en alto el nombre vuestro.
Con aguja
e’ hilo, seguiremos afrontando el mundo cuantas veces más sea necesario.
-Un Escritor Roto
Estarás roto, pero con tanta mujer a tu alrededeor... podrían coserte.
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