...
Después
de muchos meses de ausencia y de haber perdido el hilo. He decidido que era
necesario volver a consultar mi psicóloga, de regresar a terapia y hacer lo
necesario para no continuar perdiéndome en este océano de emociones, y hemos hablado
de todos aquellos fantasmas que siguen abarcando el presente. Lo cual me lleva
a cuestionarme el como somos capaces de permitir que terceros nos destrocen de
tan cruel manera.
¿A qué
viene todo esto? Simple, quizás para algunas personas que no me conocen o por
lo general creo que solo lo saben las personas más cercanas a mí. Siempre he
tenido problemas alimenticios, de llevar todo a los extremos y no controlar mi
mecanismo de alimentar mi cuerpo. Llamémoslo por su nombre, “Trastornos
alimenticios.” Y hace alrededor de un año o poco más, debido a un ataque de pánico
mientras me daba una ducha e imágenes que vinieron a mi mente, las cuales no
son necesarias mencionar. También se descubrió que sufría de dismorfia
corporal. Lo cual para ser honesto no tenía ni la más remota idea de lo que eso
era. Lo cual en pocas palabras son complejos con algunos aspectos físicos y
demás cosas.
Toda
esta precuela de problemas mentales y demás chachara tiene un porqué, lo aseguro.
Durante esta última terapia pues también volvimos al mismo punto, que no había
mejor mecanismo para mí, que escribir para dejar ir muchas emociones. Muchas de
esas las dejo solo para mí y otras tantas (como está) las comparto con más
personas o las coloco justamente aquí en este blog. Diría yo, que es porque siento
que de alguna manera eso le puede ayudar a otros o quizás solo es un ataque de
ego para sentir que tengo su atención sobre mí. El punto esta en lo siguiente.
Hace
algunos ayeres, cuando mentalmente estaba un más acabado de lo que estoy ahora,
donde me había perdido en el camino de las adicciones y de no saber que hacer con
lo poco que tenía en mi vida, solía meterme en lugares y con personas que
realmente no atribuían nada para conmigo, sino todo lo contrario. Terminaban
por destruir y acabar con lo poco que había, diría que estaba construyendo,
pero realmente no estaba haciendo ello, solo destruía más y más con cada
decisión y cada actuar. Llego un punto de mi vida, donde la persona que se
supone que amaba y me amaba me recalco de tantas formas que no era suficiente
para él, para mí y mucho menos para cualquier persona. Qué, debía de estar agradecido
con el hecho de que él haya tenido la “CARIDAD” de fijarse en mí.
Me comí
tanto ese cuento y fue un desgaste mental tan grande, que realmente sentía
agradecimiento por el hecho de que él estaba conmigo, estaba tan destruido de
tantas formas que no esperaba el amor que merecía, sino que rogaba por las
sobras de amor de alguien que no era más que otro niño con ínfulas de adulto grande,
con sus propios rayes y lo que sea. Iba por la vida buscando quizás llenar
aquellos vacíos emocionales que uno va llevando durante su vida, desde aquel
chino de siete (7) años, al hombre que era en ese momento de tan solo veinte
(20).
No es que hoy en día este muy adulto, estoy a
la puerta de cumplir veintisiete (27) años y siguen nadando en mi mente las
palabras que otros me dijeron. Algunos quizás lo dijeron con la finalidad de
que el cambio fuese distinto o con el fin de hacer que hiciera algo para que la
destrucción se detuviera. Pero mi mente lo tomaba como lo contrario. Seguía yendo
al baño después de cada comida, solo con la finalidad de vomitarla. Me seguía
perdiendo en las gotas del alcohol y de muchas otras sustancias que realmente
no veo la necesidad de volver a mencionar.
Tenía
la penosa necesidad de cumplir aquello que otros querían de mí, todos venían y
decían:
-
“Carlo,
estas muy delgado”
-
“Carlo, te
ves muy bien”
-
“No comas
eso, que te engorda”
Y por
supuesto, no podía faltar…
-
“Usted no se
ha visto en un espejo, compárese conmigo. Míreme y luego mírese, usted no es
nada. Estas gordo y acabado”
-
“Qué vergüenza
que me vean con usted. Yo soy mucho para usted, agradezca…”
En
aquel entonces, que me dijeran o recalcaran el hecho de estar delgado, era el mayor
honor. Siempre que veía al espejo, solo veía la imagen de un tipo gordo y
grasoso, donde la grasa y el acné brotaban dentro de los mismos. Pero no me
daba por enterado, que como diría “doña mamá” estaba parado en las físicas
ganas de vivir.
Justamente
cuando por fin decidí que era momento y que valía un poquito más de lo que yo
creía y de lo me hicieron creer; partí de ahí. Me fui tan lejos, que jamás
regrese y espero jamás hacerlo. Termine de acabar con aquello que había en ese
momento, con la finalidad de construir algo mucho mejor. Lo cual, a mi parecer,
es la mejor versión de mí. Y estoy segurísimo de que para muchos que vienen desde
esa época, también lo es.
No quiero
culpar a alguien por las decisiones que tome, no puedo negar el hecho de que
contribuyo demasiado a la destrucción mental. Hoy por hoy, menciono todo esto
con el hecho de decirle a ese chico de veinte (20) años que no importa cuantas
veces lloramos a oscuras, que no importa las veces que nos laceremos, que no
importa todo lo que paso. No tenías culpa alguna, pero pagaste los daños de otros.
No tenías un porqué; el hecho fue que paso y ahora puedes ser fiel testigo que
todo puede cambiar, que podemos ser mejores seres humanos, mejores hijos, amigos,
humanos.
Hablaba
con la loquera; digo con la psicóloga que no es un trabajo sencillo, que me
había cuestionado muchas veces el porque esos fantasmas no se iban pronto. Lo
cual me hizo comprender y entender, que son fantasmas que siempre estarán con
nosotros solo, que aprendemos a vivir con ellos.
Sin ser más y sin joder más, hasta una próxima aparición de mi querido viejo amigo…
Un escritor roto.
...